lunes, 19 de julio de 2010

SANTOS MARTIRES DE CHINA

San Cesidio Giacomantonio (1873-1900). Sacerdote. Nació en Fossa, provincia de L'Aquila en los Abruzos (Italia), el 30 de agosto de 1873. Desde muy joven visitaba a menudo el convento de Ocre, que dista algo más de un kilómetro de su pueblo y donde reposan los restos de los beatos Bernardino de Fossa y Timoteo de Monticchio. La oración de aquel lugar recogido hizo germinar en su corazón la vocación religiosa franciscana. El 21 de noviembre de 1891 vistió allí mismo el hábito de los Hermanos Menores. Después de la profesión, completó los estudios en varios conventos y finalmente recibió la ordenación sacerdotal. La afabilidad con todos, la cortesía en el trato, la sonrisa siempre en la boca fueron dotes suyas naturales sobre las que la gracia sembró a manos llenos virtudes sobrenaturales como el gran amor a Dios y a la Virgen, el espíritu de oración, la sumisión filial a la divina voluntad, el deseo de la conversión de las almas hasta desear con ardor el martirio.



Durante algún tiempo ejerció el ministerio de la predicación, pero pronto fue enviado a Roma como candidato a las misiones. Completada su formación, partió hacia China junto con otros dos frailes. A él le cabe el honor de ser el protomártir del Colegio Internacional de San Antonio de Roma. Al llegar, fue acogido con inmensa alegría por el Vicario Apostólico, el obispo Antonino Fantosati. A pesar del ambiente de persecución que ya se respiraba, Cesidio puso todo su afán y empeño en predicar, convertir y bautizar en el nombre del Señor al mayor número posible de nativos. Para esto aprendió bien la lengua china, y su apostolado se vio colmado de satisfacciones.



En una carta dirigida a sus padres poco antes del martirio, describe su alegría de encontrarse en China y pide oraciones por la conversión de muchos infieles. Luego añade: «Procuremos hacernos santos, si alcanzamos esta gracia podremos cantar en el cielo el eterno aleluya». La persecución lo sorprendió en Heng-tchen-fu el 4 de julio de 1900, cuando llevaba un año de apostolado en China. La residencia principal de la misión, donde él se encontraba, fue invadida por los boxers y por la multitud. En medio del tumulto que se produjo, el P. Cesidio, olvidando el peligro que corría y temiendo que las Sagradas Formas fueran profanadas, corrió a la capilla a consumir el Santísimo Sacramento. Los exaltados perseguidores desahogaron contra él su furia hiriéndolo con palos y lanzas. Semivivo, cuando todavía respiraba, lo envolvieron en una manta empapada de petroleo y le prendieron fuego. Así fue martirizado el 4 de julio de 1900 cuando sólo tenía 26 años de edad.

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