Cuando vemos estampitas de santos, sobre todo de aquellos que cuando estuvieron en el mundo haciéndose santos, no existían todavía ni la televisión, ni la fotografía, son unas estampitas dulces, en las que el santo o la santa tienen una pose de dulzura, de elevación y sobre todo, su mirada siempre está dirigida al cielo... como si nunca hubieran pisado realmente el suelo.... por lo general estas imágenes nos recuerdan que ser santos es estar rodeados de un aura que nos dispone siempre al pensamiento de Dios.... a mi en lo personal, me encantan.
Pero ahora que hay fotografías de las personas tal cual son, tenemos la oportunidad de ver a los santos en su vida cotidiana, sin auras, sin miradas que escapan hacia las nubes y eso ¿los vuelve menos santos? no, por el contrario,... son tan impactantes sus fotografías... entonces pienso en los santos de otras épocas, sus miradas y sus rostros eran tan impactantes como los de hoy, puesto que en su tiempo la gente que los conoció los reconoció como santos; por ejemplo: San Francisco de Asis, San Felipe Neri, San Ignacio de Loyola, Santa Catalina de Siena etc. etc. etc.
Me he detenido varias veces a mirar las miradas de Juan Pablo II, todos sabíamos que era santo, su sola presencia nos despertaba un no sé qué de emoción, de presencia de Dios, de alegría... en su mirada se translucía el amor de Dios, la esperanza del cielo, el gozo de la misión... Hace poquito me tocó ver la foto de un beato sacerdote martir de la guerra civil española, que fue tomada por un soldado ruso un segundo antes de que muriera acribillado por las balas..... en su mirada no se percata uno que está a punto de morir, sino listo para la vida.
La mirada de santidad no se puede copiar, ni aparentar. La santidad se percibe mas allá, está dentro y afuera de la persona, brilla con luz propia, o más bien recibe de Dios esa luz que nos hace identificarlosy algunas veces, no se ustedes, he tenido la sensación de estar con santos, a veces son mis propios amigos o una persona con la que me he cruzado esporádicamente, o quizá con las que convivo diariamente. Pero cuantas veces por mi falta de interés y de amor he dejado pasar por un lado a los santos sin darme cuenta.
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