“URGE QUE EL REINE”. Y cada vez siento con más fuerza en el corazón la voz de Nuestra Madre que me repite: “Urge que Él reine”.
Queridas hermanas todas: ¿Cómo están? …Espero en Dios que muy bien. Quiero disculparme por no escribirles cartas personales, pero el tiempo no me lo permite. De cualquier forma tengan la seguridad de que al escribirles a todas tengo presente en la mente y sobre todo en el corazón a cada una en particular. Bueno, pues quisiera informarles brevemente acerca del estado de nuestra misión aquí en Lunsar.
Mi primera impresión en África.
La verdad es que no fue muy buena; la gente en Gahna (en especial en el aeropuerto) tiene aspecto de mafiosos, todos querían dinero, no me daba confianza preguntarles nada pero tuvimos que hacerlo, porque al llegar no sabíamos para dónde ir. Le preguntamos al que vimos menos sospechoso y él enseguida nos pidió los pasaportes, los boletos y por supuesto el dinero y se llevó todo a una oficina diciéndonos que no nos preocupáramos que él arreglaba todo, que nos sentáramos por ahí. ¡Imagínense si nos íbamos a sentir tranquilas sin boletos, sin pasaportes, y perderlo de vista! ¡Jamás! Nos pasaba igualito que en las películas (y lo malo es que he visto muchas). Entonces con el pretexto de que no entendíamos el inglés lo seguimos hasta la oficina y la H. Mary Luz no se separó de él. Gracias a Dios todo salió bien y al salir del aeropuerto ya nos esperaba el sacerdote que nos llevó a su casa y nos trata como si fuésemos amigos de toda la vida. Tenía también hospedadas ahí una religiosas españolas que nos recibieron muy bien y fuimos tratadas como hermanas.
A la mañana siguiente, Nuestro Señor nos esperaba en una capillita muy chiquita, tan estrecha que a mí me tocó sentarme a la derecha del sacerdote como si fuera un con celebrante.
El vuelo de Gahna a Lunghi estuvo muy puntual, ya estábamos a unas horas de Sierra Leone y a mí todavía me parecía un sueño. Los paisajes ya eran diversos, habíamos dejado atrás las montañas nevadas y ahora las palmeras, los ríos, y el mar hacían su aparición, pero era el mismo cielo que nos cubría, las nubes todavía nos acompañaban y seguramente con ellas venían la Morenita y Nuestra Madre que no nos podían dejar.
Llegamos al aeropuerto de Lunghi donde sentimos mucho más el calor pero menos fuerte que en Roma. Aquí el ambiente es muy diferente al de Gahna y la gente es menos agresiva, más sencilla y amable, el trámite de la llegada fue mucho más fácil y salimos rápido de la fila; ya sólo nos faltaba una ventanilla cuando: ¡Oh! Grata sorpresa: ¡Elisa!, le grité cuando ya estaba casi a mi lado, e inmediatamente nos saludamos. Recogimos las maletas y afuera nos esperaba ya una camioneta que nos trajo hasta Lunsar. Por fin oímos: «Cuando llego a mi casa y me encuentro una dulce sonrisa»: la fiesta apenas comenzando. La primera casa que nos recibió fue la de los padres Josefinos, pero parecía casa nuestra ya que nos esperaban con todo listo y el Padre Gianni nos hizo sentir en familia.
La gente de Lunsar
La casa de los padres está como a 7 minutos de la nuestra y el primer día nos trajeron a conocerla y a empezar a arreglarla para venirnos lo más rápido posible; bueno, pues salimos de la casa Alejandra y yo con Sor Rebeca, Sor Elisa Sr. Mary Luz y Sor Agustina y no se imaginan que grata sorpresa me llevé; la gente (la mayoría, si no es que todos) salían a saludarnos, nos daban la bienvenida, algunos cantaban y hasta bailaban de felicidad al ver que las hermanas habían regresado. Al día siguiente cambiamos de camino y lo mismo sucedió pero más aún al pasar por el mercado donde se quedaron vacíos los puestos para salir a vernos y cantar para nosotras. Qué bonito fue para mí ver en el rostro de la gente el trabajo que las hermanas (y me refiero a todas) han hecho, seguro que nuestra Madre estaba feliz viendo la fiesta desde el cielo.
Un detalle muy simpático nos pasó en estos días que caminábamos de regreso a casa; sucede que todos los niños quieren saludarnos y caminan con nosotros para que les demos la mano. Pero en esta ocasión había en el grupo un chiquito que no nos había visto todavía y sólo corría con los demás. En eso volteo a verlo y sigue corriendo pero en sentido contrario y ahora llorando en lugar de cantar. Las hermanas empezaron a reir y él decía algo entre su llanto, mientras los demás lo invitaban a seguir. Lo que le pasó es que no sabía que se estaba acercando a alguien «blanco» y tuvo miedo de nosotras; lo mejor fue que siguió caminando con los demás logrando vencer el miedo y al día siguiente ya me tocó y nos acompañó junto con los demás a la puerta de la misión.
Hemos conocido mucha gente y ya tenemos muchos amigos, sobre todo los niños que se acercan por montones y no se nos quieren despegar. Estamos tomando clase de inglés y de vez en cuando aprendemos palabritas en Timini y en Crío.
¡A! pero todavía no les platico a quien fue la primera que vi al llegar a la Misión… ya se imaginarán ¿verdad? Como una Madre sale a recibir a sus hijos así estaba en la puerta del convento la Morenita del Tepeyac, que no se ha separado de nosotras cumpliendo la promesa que le hizo a Nuestra Madre y se hace ver en cada rincón de la escuela y de la casa y sobre todo en la gente que la necesita tanto.
Ya han pasado muchísimas cosas en tan poquito tiempo que no me alcanzaría una semana para relatárselas con detalles. Ahora, por ejemplo, quisiera contarles todo al mismo tiempo y no les digo nada y es que pienso cuántas cosas me está dando Dios sin merecer ninguna. Hoy que nos fuimos caminando al hospital de Mabesene hubo un momento en que ya no queríamos seguir y por cansancio sino al contrario, nos detenía la paz y la serenidad que se sienten al contemplar una obra de arte, pero hecha por el artista de todos los artistas, era un paisaje bellísimo; un prado muy grande cubierto en parte por un plantío de arroz y atravesado por un río, así que parecía una alfombra con varios tonos de verde, rodeada por un ejército de esbeltas palmeras para custodiarlo y a lo lejos un cerrito muy especial reverdecido en partes y sobresaliendo del bosque y para enmarcarlo un cielo nublado que dejaba asomar justo los rayitos de sol necesarios para hacer la armonía. ¿Se imaginan? ¿Quién se va a querer mover de ese lugar? Pero nos esperaban en Mabesene, así que después de contemplarlo un momentito tuvimos que continuar.
En Mabesene es donde vive la comunidad de los hermanos de San Juan de Dios que nos reciben siempre con los brazos abiertos; son 4 religiosos y un voluntario; ellos junto con los padres josefinos, los padres diocesanos (P. Henry y P. Agostin) y las Hermanas (Misioneras Clarisas) formamos la familia misionera de Lunsar y Mabesene; bueno así los acabo de bautizar yo, porque es la impresión que me han dado cada vez que los encontramos. Es un ambiente muy bonito el que se vive aquí, todos son muy bromistas y generosos y nos han hecho sentir muy bien; contentas y agradecidas porque nos han aceptado desde el principio como si fuéramos una de ellos desde muchos años atrás.
Cada vez que platicamos con alguno de ellos, tenemos una verdadera conferencia, tal vez ellos y ellas ni siquiera lo notan, pero para mí es todo un suceso vivir en este lugar, entre misioneros y pisando tierra de misión, por donde han pasado gente tan entregada y santa como Nuestra Madre; esto es algo que me ha hecho meditar mucho pensando en todas las hermanas que han dejado aquí sembrado un granito de amor y recordar a las que han llegado con su oración para sostener su trabajo. Gracias hermanas por sus oraciones, por su testimonio y por hacer realidad la obra de Nuestra Madre.
Janik Mendoza N. V.
Es tanto lo que siento por los Misioneros, que no puedo dejar por alto todo lo que termino de leer sin que reciban de mí, mi felicitación.
ResponderEliminarQué la "Morenita de Tepeyac" les proteja siempre y que les de toda la fortaleza para seguir en ese trabajo tan hermoso, que es: "La Misión". El cual implica estar siempre con Dios y con los pobres de los más pobres.
Mi oración por Uds.
Josefina
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