La fuerza de tu testimonio debe ayudarte a superar cualquier respeto humano; el "qué dirán" que tantas energías resta a tu vida de apóstol. El testimonio es fruto de la valentía apostólica que necesitas para "anunciar el evangelio con ocasión y sin ella". Quien ha sido "agarrado por el Evangelio" en la totalidad de su vida, respira evangelio en todo lo que dice y lo que hace. No queda rincón en su vida sin iluminar por su estrecha unión con el Señor. Incluso en momentos difíciles, percibirás que "tienes que obedecer a Dios antes que a los hombres". El respeto que toda persona te merece hará que no seas impositivo e intolerante, que tu testimonio no sea arrogante, pero nunca te debe retraer de ofertar a los demás "lo que has visto y oído, lo que tus propias manos han tocado del Verbo de la Vida". Piensa que tu propia experiencia de Dios y de su salvación es un medio privilegiado por el que el Señor quiere llegar a los demás. No tengas miedo a compartirla. Estás diciendo con sencillez y alegría "lo que el Señor ha hecho contigo". Sentirás que "la palabra se ha vuelto en ti como un fuego devorador; intentarás sofocarla, pero no podrás" incluso en los momentos en los que, desanimado, hayas llegado a decirte a ti mismo: "no pensaré más en Él; no hablaré más en su nombre".
Pues de cierto es Jose, lo que bien dices. Quien ha sido agarrdo por el evangelio, respira evangelio.
ResponderEliminarSe ve muy claro en esas personas que se entregan a Dios en cualquier estado de su vida; soltero, casado, religioso... Hablas con ellas y notas algo especial. Ese algo es que viven el Evangelio, es decir: siguen el camino de la Salvación.
Me ha encantado tu reflexión. Me gustaría "Respirar Evangelio"