El destino de tu envío no es solo tu pequeña parcela, o tu parroquia, o tu movimiento o tu comunidad, ni siquiera son preferentemente los que ya están convertidos. El destino de tu envío es el mundo "al que Dios amó tanto que envió a su único Hijo para que lo salvara".
Esto quiere decir que tú no eres enviado solo. Que formas parte del envío de toda la Iglesia, continuadora de la misión de Jesús y que como todos en la Iglesia debes sentir la pasión por el envío al mundo, a todos los hombres, más allá del trabajo sencillo y pequeño que realizas cada día.
Practica las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. DA 139
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