No es una casualidad que el Santo Padre haya elegido órdenes femeninas para esta tarea. En la historia de la Iglesia, siguiendo el ejemplo de la Madre de Dios, siempre fueron las mujeres a acompañar y a sostener, con la oración y el sacrificio, el camino de los apóstoles y de los sacerdotes en su actividad misionera. Por esto, las órdenes contemplativas consideran en su carisma “la imitación y la contemplación de María”. Madre M. Sofía Cicchetti, actual priora del monasterio, define la vida de su comunidad como una vida mariana cotidiana: “Nada es extraordinario aquí. Nuestra vida contemplativa y claustral se puede comprender sólo a la luz de la fe y del amor a Dios. En esta nuestra sociedad consumista, hedonista, parece que casi han desaparecido sea el sentido de la belleza y del estupor delante de las grandes obras, que Dios cumple en el mundo y en la vida de cada hombre y cada mujer, sea la adoración hacia el misterio de su amorosa presencia entre nosotros. En el contexto del mundo de hoy, nuestra vida separada del mundo, pero no indiferente a éste, podría parecer absurda e inútil. Sin embargo podemos alegremente testimoniar que no es una pérdida dar el tiempo sólo para Dios. Recuerda proféticamente a todos una verdad fundamental: la humanidad, para ser auténtica y plenamente ella misma, tiene que anclarse en Dios y vivir en el tiempo la dimensión del amor de Dios. Queremos ser como muchos ‘Moisés’ que, con los brazos alzados y el corazón dilatado por un amor universal pero muy concreto, interceden por el bien y la salvación del mundo, convirtiéndose así en ‘colaboradoras en el misterio de la Redención’ (Cf. Verbi Sponsa, 3).
Nuestra tarea no se basa tanto en el ‘hacer’ cuanto en el ‘ser’ nueva humanidad. A la luz de todo esto podemos decir que nuestra vida es vida llena de sentido, no es para nada desperdicio o derroche, ni cerrazón o fuga del mundo, sino alegre donación a Dios - Amor y a todos los hermanos sin exclusión, y aquí en el ‘Mater Ecclesiae’ de modo particular para el Papa y sus colaboradores”.
Sor Chiara - Cristiana, madre superiora de las Clarisas de la primera comunidad en el centro del Vaticano, dijo: “Cuando llegué aquí encontré la vocación en mi vocación: dar la vida por el Santo Padre como Clarisa. Así fue para todas las otras hermanas”.
Madre M. Sofía confirma: “Nosotras como Benedictinas, estamos intensamente unidas a la Iglesia universal y por lo tanto sentimos un gran amor por el Papa dondequiera que estemos. Seguramente el haber sido llamadas tan cerca de él - también físicamente - en este monasterio ‘original’ hizo profundizar aún más el amor hacia él. Tratamos de trasmitirlo también a nuestros monasterios de origen. Nosotras sabemos que estamos llamadas a ser madres espirituales en nuestra vida escondida y en el silencio. Entre nuestros hijos espirituales tienen un lugar privilegiado los sacerdotes y los seminaristas y cuantos se dirigen a nosotras pidiendo ayuda para su vida y su ministerio sacerdotal, en las pruebas o desesperaciones del camino. Nuestra vida quiere ser ‘testimonio de la fecundidad apostólica de la vida contemplativa, a imitación de María Santísima, que en el misterio de la Iglesia se presenta de modo eminente y singular como virgen y madre’” (Cf. LG 63).
Foto: Madre M. Sofía Cicchetti ofrece al Santo Padre un accesorio para la S. Misa bordado a mano por las religiosas.
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