jueves, 10 de septiembre de 2009

TÍO JESÚS (6)

En una visita que hice a Monterrey nos fuimos Gerardo, Helena mi hija, y yo a Linares para ver a tío, era el mes de febrero y hacía bastante frío, cuando llegamos él nos abrió la puerta y su cara fue de tanta sorpresa y alegría que no paraba de abrazarnos y besarnos y decía y repetía: “Esto es un don de Dios” “Esto es un don de Dios”. La casa estaba muy fría y el estaba vestido como siempre lo vi cuando no traía su sotana, con pantalón negro y camisa blanca, y traía puesto un sweter gris un poco gastado y lo que estaba haciendo era pegar (con kolaloca) unas hojas de su liturgia de las horas (breviario) porque se le habían soltado, y para él eso era primordial.
Ya le fallaba la memoria y Gerardo le platicaba que un sacerdote amigo de tío acababa de fallecer en Monterrey y tío se entristeció y dijo: Mañana ofreceré la Misa por él. Más al rato Gerardo volvió a nombrar al sacerdote y tío ya no recordaba lo que le había dicho, se lo volvió a repetir y volvió a decir: mañana ofreceré la Misa por él. Entramos a su cuarto y sentí que entraba a su cuarto de Arramberri, los mismos muebles, el mismo librero con los mismos libros. Tan humilde, pobre y sencillo pero ahora con su cabeza completamente blanca, pero la misma mirada amable, la misma sonrisa que salía de su corazón de tío y sacerdote. Fuimos al comedor que no tenía más que unas sillas metálicas de tijera, y las puso en medio del cuarto que estaba bastante frío, y nos sentamos a platicar, hablaba con Gerardo de sacerdote a sacerdote, hablaban de la “Gracia” creo que fue cuando más conscientemente lo amé y amé su sacerdocio, él era mi tío pero sobre todo era sacerdote, estaba perdiendo la memoria pero no olvidaba ni por un momento a quien pertenecía. A Dios. Luego nos fuimos a comer, al llegar al restaurante, nos recibieron como si fuéramos gente importante, porque íbamos con tío, los meseros se acercaban y lo saludaban con mucho respeto y cariño, al rato llegó el dueño y lo mismo. Y tío seguía sin recordar que su amigo sacerdote había muerto y le enviaba saludos con Gerardo. Volvimos a la casa, estuvimos un rato más con él y me miraba y con sus manos tomaba mi cara y besaba mi frente como aquel día de mi Primera Comunión, también lo hacía con Helena y se reía de alegría y volvía a repetir: “Esto es un don de Dios”. Nos despedimos y se quedó en la puerta mirándonos hasta que dimos vuelta. Gerardo bromeaba diciendo, creo que el Padre… se va a quedar esperando su Misa…. Pero estoy segura que sí ofreció la Misa por su amigo porque también estoy segura que guardaba todos sus afectos en el Cáliz y en la Patena en donde todos los días consagraba el Pan y el Vino.
Fue la última vez que lo vi…. Un tiempo después me habló Gerardo para decirme que había muerto…. Y no lloré, sino que sentí dentro de mí que había que dar gracias, bendecir a Dios porque él ya estaba en el Cielo. Ya estaba en la casa de su Padre y desde allá sigue queriéndonos como tío y sacerdote.
Luego Chacha me platicó que al final de su vida vivió en la Casa del Obispo de Linares P. Ramón Calderón y que las religiosas que lo atendían decían que después de su muerte ellas pedían su intercesión porque lo consideraban un sacerdote muy santo.

Tengo algunos recuerdos más pero con estos basta. Están grabados en mi memoria y en mi corazón, tal vez si platicara con mis hermanos de estas cosas tendrán una versión diferente… tal vez así es….. Pero lo que sé y estoy muy segura es de que amé a Tío Jesús con todo mi corazón.

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