En la casa junto al comedor y entre las recámaras había un cuartito en donde había un tapanco, una puerta en el entretecho y que de vez en cuando subía ahí, un día subimos nosotros también y ¡oh sorpresa! Estaba lleno, pero digo lleno de juguetes, pelotas de esas que rebotan super bien, matatenas, muñecas etc. Etc. Etc. Y yo recuerdo muy bien que ni tarda ni perezosa le pedí juguetes para mí. Muy serio tío me dijo que no, que esos juguetes se los daban a él para llevárselos a los niños pobres, cuando eran las fiestas de navidad y cuando iba a las rancherías, que nosotros teníamos juguetes de sobra y lo que me acuerdo muy bien es que yo lo entendí y lo miré todavía con más amor del que ya le tenía.
También me tocó ver una vez que llegó un camión a la casa parroquial (y ver un camión por allá era algo grande), pues ese camión traía latas grandes metálicas cuadradas con leche en polvo, margarina, chocolate y no sé qué más. Se los traían desde EEUU para la gente, para aquella gente que tío conocía, a la que veía en sus pobrezas y conocía sus dolores, sus hambres, sus penas.
En el Confesionario era sacerdote y tío: Uno de tantos sábados de confesión en que los niños nos confesábamos le dije: tío, te desobedecí…. Levantó la cortinita y me dijo, ..aquí no soy tu tío, soy sacerdote. Ahhh!... al siguiente sábado me confesé y le dije: desobedecí a mi tío: levantó la cortinita, me miró y volvió a bajarla, me imagino que se rió sin que yo me diera cuenta; lo malo de contar esto es que queda en evidencia mi desobediencia y es que en Arramberri se dan unas manzanitas muy ricas y unos higos deliciosos y unas tunas impresionantes y la gente le llevaba a tío y a abuelita los guacales de manzanitas que nos encantaban, pero esas manzanitas no sé que tenían que no podían comerse crudas, eran para hacer ate y dulce, pero nos gustaban tanto…. Y tío nos tenía prohibido comer esas manzanitas porque nos daba calentura y mucho dolor de estómago pero…. Yo era desobediente.
También durante las vacaciones tío nos enseñó el gusto por la lectura, y supervisaba nuestras lecturas, tenía en su cuarto un librero con algún número de de libros, a Chacha mi hermana mayor la dejaba leer algunos libros y a mi me daba otros, recuerdo muy bien que yo quería leer el mismo que leía Chacha y me dijo, no tú todavía no puedes entenderlo, “Staurofila”, y me dio “Las minas del Rey Salomón” me di mucha prisa en leerlo para que me dejara leer el otro pero no fue así. También tenía unas cajas grandes de cartón llenas de cómics, pero eran cómics de “vidas ejemplares” …. ¡Qué tardes nos pasábamos leyendo las vidas de los santos!, y las comentábamos, todavía recuerdo la vida de Santa Luisa de Marillac, San Juan Bosco, San Antonio Ma. Zacaría, Santa Isabel de Hungría, Santa Clara, Santa Rita de Casia, etc. Y ese gusto por leer la vida de los Santos es algo que aún hoy tengo.
También me tocó ver una vez que llegó un camión a la casa parroquial (y ver un camión por allá era algo grande), pues ese camión traía latas grandes metálicas cuadradas con leche en polvo, margarina, chocolate y no sé qué más. Se los traían desde EEUU para la gente, para aquella gente que tío conocía, a la que veía en sus pobrezas y conocía sus dolores, sus hambres, sus penas.
En el Confesionario era sacerdote y tío: Uno de tantos sábados de confesión en que los niños nos confesábamos le dije: tío, te desobedecí…. Levantó la cortinita y me dijo, ..aquí no soy tu tío, soy sacerdote. Ahhh!... al siguiente sábado me confesé y le dije: desobedecí a mi tío: levantó la cortinita, me miró y volvió a bajarla, me imagino que se rió sin que yo me diera cuenta; lo malo de contar esto es que queda en evidencia mi desobediencia y es que en Arramberri se dan unas manzanitas muy ricas y unos higos deliciosos y unas tunas impresionantes y la gente le llevaba a tío y a abuelita los guacales de manzanitas que nos encantaban, pero esas manzanitas no sé que tenían que no podían comerse crudas, eran para hacer ate y dulce, pero nos gustaban tanto…. Y tío nos tenía prohibido comer esas manzanitas porque nos daba calentura y mucho dolor de estómago pero…. Yo era desobediente.
También durante las vacaciones tío nos enseñó el gusto por la lectura, y supervisaba nuestras lecturas, tenía en su cuarto un librero con algún número de de libros, a Chacha mi hermana mayor la dejaba leer algunos libros y a mi me daba otros, recuerdo muy bien que yo quería leer el mismo que leía Chacha y me dijo, no tú todavía no puedes entenderlo, “Staurofila”, y me dio “Las minas del Rey Salomón” me di mucha prisa en leerlo para que me dejara leer el otro pero no fue así. También tenía unas cajas grandes de cartón llenas de cómics, pero eran cómics de “vidas ejemplares” …. ¡Qué tardes nos pasábamos leyendo las vidas de los santos!, y las comentábamos, todavía recuerdo la vida de Santa Luisa de Marillac, San Juan Bosco, San Antonio Ma. Zacaría, Santa Isabel de Hungría, Santa Clara, Santa Rita de Casia, etc. Y ese gusto por leer la vida de los Santos es algo que aún hoy tengo.
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