Crisis en California
Años después, cuando todavía quedaban en la memoria, cicatrices del drama en el noviciado, se descubre otro lamentable “proyecto”. La superiora de California, que más tarde funge como superiora regional en México, urde un plan con el deseo de quedarse con toda la región de ese Estado. Eran ya varias casas que tenían a su cargo las misioneras clarisas en tierra californiana. Aparte de Gardena, las religiosas trabajaban en un apostolado con jóvenes en la casa que les habían regalado en Sylmar; tiempo después, en 1975, a petición del Cardenal Manning aceptan además, la dirección de la escuela parroquial “Our Lady Help of Christians”.
La superiora de esa región, junto con cinco religiosas más, planean fundar su propio instituto para lo cual llevan a cabo varios trámites. Enterarse de esta nueva traición es doblemente doloroso para madre María Inés. La Congregación de Misioneras Clarisas de Santísimo Sacramento, celebraría el XXV aniversario de la Transformación para lo cual se preparan fiestas en distintas casa por tan memorable acontecimiento. Además, las religiosas decididas a separarse, eran de votos perpetuos, por lo que al salir de la congragación deben esperar un permiso extraordinario de La Santa Sede. Sin embargo ellas no están dispuestas a esperar. Aprovechando su posición como superiora regional y teniendo conocimiento de los proyectos de misiones futuras, la religiosa que encabeza el grupo, responde a una solicitud del Sr. Obispo de Gallup en Nuevo México. El obispo, ignorando sus intenciones, acepta al grupo de misioneras.
Sobre la Santa Sede, sobre el Derecho Canónico, sobre la Congregación de Misioneras Clarisas, ellas abusan de la confianza y buena fe de sus superiores. La Madre María Inés sufre enormemente con todas estas traiciones. Parece inconcebible que aquellas mujeres, consideradas como sus hermanas fueran capaces de algo tan desleal. Ella está consciente de qe la Congregación de Misioneras Clarisas no le pertenece sino a Dios: “No ha sido la fundadora quien eligió esta obra; ha sido el mismo Dios. Es suya, a Él debemos atribuir lo bueno que se encuentra en ella. Sería una ingratitud si nos cegáramos a ver lo mucho de valor que tiene, porque es suyo, es de la Santísima Trinidad y a ella honor y gloria por todos los logros alcanzados.”
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